martes, 16 de septiembre de 2008

Inicio de curso en San Jerónimo. Acto académico

La historia de una relación, de un encuentro.

Llevaba unos días levantándose más temprano de lo que lo había hecho a lo largo del verano, pero aún así el despertador le avisaba que aquel día era distinto aunque igual; distinto porque cada septiembre es diferente, igual porque ya eran unos cuantos años, diría que muchos, sabiendo como el cuerpo responde ante el inicio de un curso. Nada nuevo bajo el sol y sin embargo volvía a sentir un septiembre más como el corazón latía más fuerte, incontrolado pero armonioso; y esa sensación le gustaba, le hacía sentirse vivo y esperanzado en su profesión; a la postre era un afortunado porque cada fin de verano tenía la oportunidad de alimentar sus ilusiones, sentirse inquieto por los nuevos retos, iluminar las sombras del pasado y mantenerse todo lo bueno conseguido. Sí, era un afortunado pero consciente también de sus miedos y de los años que pasan desgastando el espíritu, sabía que era necesario luchar contra sus prejuicios, contra el cansancio que hace pensar que al final las cosas son siempre las mismas. Y ahora se encontraba ahí mirando al frente mientras examina las caras nuevas y las conocidas, mientras recuerda con agrado una vez más, esa cosa tan maravillosa que es educar.

¿Y qué sentía la otra mitad? ¿Qué anhelos y deseos transmitía? Lo primero fue un tremendo cansancio; los rayos tan bajos del sol y la música que no podía quitar le recordaban que era mucho más pronto que sus amaneceres últimos y que la realidad se imponía aunque no quisiera. No sabía bien si era tristeza o desaliento pero esta vez no se dejaría llevar por el desánimo y el desencanto ante un verano que inevitablemente quedaba atrás. Esta vez no, se dijo, y aunque cansado sonrío tímidamente al sol mientras estiraba los brazos. Era el momento de decirse que el esfuerzo iba a merecer la pena, de demostrarse lo capaz que podía llegar a ser si armonizaba responsabilidad y deseo, la voluntad y el cansancio, la mistad y el respeto. Era el momento de aceptar una forma de vida que no busca resultados inmediatos sino que levanta y te pone en camino y allí no encuentra lo que en un futuro será: una persona que sale de sí mismo y ayuda a los demás; una persona sensible al sufrimiento de los desfavorecidos; una persona quizá diferente a otros muchos pero que es feliz si los de alrededor suyo son felices; una persona de Dios. Sabía que la empresa no es fácil, que muchas veces deseará hacer lo contrario aunque se equivoque, que no le apetecerá caminar así pero debe confiar, dejarse levantar y ponerse en camino. Y ahora sentado en la butaca contempla el mundo con el deseo que esos brazos estirados al sol se vayan haciendo realidad.

Y así acaba y empieza la historia de una relación, de un encuentro; de personas que se necesitan para vivir y que en realidad están mucho más cerca de lo que creen. Bastará con quererlo, con dejarse hacer, con un poco de confianza mutua, con sentirse escuchado y comprendido, con la voluntad del esfuerzo.

San Jerónimo 2008 – 2009. La historia de un encuentro, de una relación de dos corazones que ya son uno. Gracias.


Jesús Manuel Baena Valbuena, scj.

No hay comentarios: