En el rito de envío a los profesores se les entregó un símbolo: Una rosa, que al igual que en el principito, es la rosa única, distinta a las demás, a la que dedicamos todo nuestro trabajo, la rosa que despierta nuestra alma. Igual que en el evangelio, buscamos el Reino de Dios, el tesoro escondido, la perla, la rosa única por lo que vendemos todo lo que tenemos.
“Sé que en algún lugar del mundo, existe una rosa única, distinta de todas las demás rosas, una cuya delicadeza, candor e inocencia, hará despertar a mi alma, mi corazón y mis riñones... A esa rosa, donde quiera que esté, dedico este trabajo, con la esperanza de hallarla algún día, o de dejarme hallar por ella... Existe rodeada de amapolas multicolores, filtrando todo lo bello a través de sus ojos aperlados, cristalinos y absolutamente hermosos...” Palabras de Antoine de Saint-Exupéry en su obra maestra “El Principito”.
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