domingo, 2 de noviembre de 2008

Jesús Baena desde EEUU


Final de octubre, ya un mes que acampé por estas tierras de ciervos, frío, verde, ardillas, lluvia, de un otoño precioso con una gama de colores en las hojas de sus árboles absolutamente maravillosa, y también de vacas. Como era de esperar la vida se va normalizando hasta el punto de tener que recordarme que sólo llevo un mes y que no estaré más de siete.
Mi segundo fin de semana me trajo una sorpresa inesperada pues lo pasé en Chicago. El tiempo fue excepcional así que los planes acerca del museo impresionista y otros templos artísticos fueron cambiados por paseos, visita del centro a través del río, pateamos el barrio polaco, y uno de los dos barrios mejicanos que existen en la ciudad. Enorme. Puedes vivir allí sin necesidad de hablar el inglés. En nuestras grandes ciudades está ocurriendo lo mismo aunque todavía no con tanta diversidad de culturas. Chicago es preciosa y para no aburrir mucho sólo os digo que visitamos un museo mejicano dedicado al día de los muertos. Muy interesante pues versaba sobre cómo afrontan la muerte, cómo tratan de ironizar y reírse de ella, cómo se relacionan con los muertos a través de pequeños altarcitos en recuerdo de sus seres queridos.
Las clases siguen su curso de nueve a dos pero parando a comer. Gramática, conversación y pronunciación. Luego muchos ejercicios, lectura de libros, ensayos, diario… y dicho así parece que en un mes ya debería quedarme solo hablando, pero no. Realmente el inglés es un idioma difícil para hablarlo correctamente.
Este fin de semana se celebra Halloween, prácticamente una fiesta nacional sin parangón. Así que aunque esta casa es de mayorcitos, los más jóvenes del programa de inglés ya hemos hecho nuestros juegos, preparado cada uno su calabaza (ya podéis imaginar cómo quedó la mía con estas manitas).
Bueno, imagino que antes de que acabe noviembre mandaré otras líneas, si no es antes. Es curioso pero en la distancia el latido y pálpito de los que uno aprecia se siente de forma intensa, y las palabras de nuestro Dios resuenan en un eco sinfónico. Un beso para todos.
Jesús Baena.

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